La arremetida del Pacífico
El Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez llega a su vigésima edición y su crecimiento no se detiene. Con el sonido de la marimba y los golpes de tambor, el evento piensa en su internacionalización.

El Petronio, así a secas, tal y como se lo conoce en las calles de la capital del Valle del Cauca, logra el propósito de contagiar a la gente con su alegría. En algunos rincones ni siquiera se conoce, pero en otros, como en el área del centro, donde se hospedan los músicos y las distintas delegaciones procedentes de Cauca, Nariño, la región Andina y algunos convidados del Ecuador, la energía es total. Una conversación de tambores inunda el ambiente. Los artistas ensayan en las calles y lo que se escucha es una suerte de jam. Unas cuadras más adelante retumba un tambor que parece responder a la propuesta sonora vecina. Durante el evento el tema es sólo uno: la música.
Como el tumbacatre, el arrechón, el biche y todos aquellos licores de elaboración rústica que se comparten de manera mancomunada, así son las letras de muchas de las canciones que se captan durante las noches del certamen y en las que hay una verdadera comunión. A nadie le interesa la métrica, ni mucho menos las partituras. Aquí reinan el saber heredado y la destreza adquirida en un instrumento ejecutado durante años. Mensajes claros, contundentes, dosificados con ritmos genuinos que el público aprovecha para bailar con coreografías muy espontáneas. Los de arriba y los de abajo son iguales, cantan lo mismo y están en una tónica similar: pasarla bien sin preocuparse por lo que están haciendo los demás.
No comments:
Post a Comment