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Tuesday 9 August 2016

FESTIVAL DE MÚSICA DEL PACÍFICO PETRONIO ÁLVAREZ

publicado por: www.elespectador.com

La arremetida del Pacífico

El Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez llega a su vigésima edición y su crecimiento no se detiene. Con el sonido de la marimba y los golpes de tambor, el evento piensa en su internacionalización.

La arremetida del PacíficoEn el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez no hay secretos. Este no es el escenario para las dudas y los interrogantes. Aquí la transparencia brilla y en esa luminosidad no hay colores predominantes. La amalgama es la llamada a comandar la situación, y lo hace en armonía, entendiendo que la única manera de disfrutar el evento es con los ojos abiertos, los oídos atentos y el resto, material e inmaterial, bien dispuesto. El disfrute, el goce y el divertimento no son sólo sinónimos sino consignas, mientras transcurre en Cali este particular proceso cultural en el que se tienen en cuenta aspectos relevantes como el patrimonio, las tradiciones orales, los instrumentos autóctonos y, sin ir más lejos, las formas de entender el arte.
El Petronio, así a secas, tal y como se lo conoce en las calles de la capital del Valle del Cauca, logra el propósito de contagiar a la gente con su alegría. En algunos rincones ni siquiera se conoce, pero en otros, como en el área del centro, donde se hospedan los músicos y las distintas delegaciones procedentes de Cauca, Nariño, la región Andina y algunos convidados del Ecuador, la energía es total. Una conversación de tambores inunda el ambiente. Los artistas ensayan en las calles y lo que se escucha es una suerte de jam. Unas cuadras más adelante retumba un tambor que parece responder a la propuesta sonora vecina. Durante el evento el tema es sólo uno: la música.
Como el tumbacatre, el arrechón, el biche y todos aquellos licores de elaboración rústica que se comparten de manera mancomunada, así son las letras de muchas de las canciones que se captan durante las noches del certamen y en las que hay una verdadera comunión. A nadie le interesa la métrica, ni mucho menos las partituras. Aquí reinan el saber heredado y la destreza adquirida en un instrumento ejecutado durante años. Mensajes claros, contundentes, dosificados con ritmos genuinos que el público aprovecha para bailar con coreografías muy espontáneas. Los de arriba y los de abajo son iguales, cantan lo mismo y están en una tónica similar: pasarla bien sin preocuparse por lo que están haciendo los demás.

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